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Por DARÍO CHAVIRA

         La conocí desde temprana edad, como es común cuando se vive en un pueblo pequeño y  amistoso como El Arenal, Jalisco; desde siempre muy inquieta a su manera y crítica de su entorno. Su formación  basada en el libre albedrío y el respeto a sus semejantes le fueron dando las herramientas necesarias para forjar su persona pero también para plasmar en el arte su ideología. La familia como base del todo es siempre su sólida piedra angular en esto que llamamos vida.

Comencé a interesarme en su trabajo hace ya algunos años cuando hizo algunas exposiciones en la galería familiar: el Verse Café Cultural de Arenal;  y, aunque me confieso neófito en cuestiones de arte, eso no fue impedimento para apreciar desde mi limitado entendimiento una obra que expresa, a veces a gritos y a veces a pinceladas, el descubrimiento de su otredad, el dolor por los otros y el amor a su país.


     Siempre hemos sabido que artista que no causa controversia es un artista que no está haciendo las cosas bien y, para este caso tenemos gran talento, ya que la obra de Ixtaccíhuatl es y ha sido polémica en muchas ocasiones, tanto en sus pinturas como en esculturas; pero al ver la obra, uno se da cuenta que la polémica no es más que aquella que nos genera cuando nos identificamos con la autora, tal vez porque rechazamos  lo que no nos atrevemos a aprobar o porque asentimos lo que callaremos. El espectador que se enfrenta a la obra tiene la propuesta de verse en la pintura de Ixtaccíhuatl o simplemente reprimirla.

 

        Las explosiones de colores y texturas nos llevan a un imaginario tanto personal como colectivo: la mayoría de lo que pinta nos conecta con “algo”, que bien puede ser nuestra madre patria a través de paisajes y colores o nuestros sentimientos más recónditos que nos conducen al cordón umbilical de nuestro subconsciente. Su trabajo nos dice de muchas formas: “Soy  espejo”.

 

    Pero la obra es también protesta, dolor, coraje, sentimientos encontrados; es el grito que todos tenemos en común, es el ya basta de muchas cosas; como las justificaciones estúpidas de la corrupción, las indiferencias al dolor ajeno o simplemente la omisión ante el bien. Esa coherencia que me recuerda la persona de Ixtaccíhuatl también es valentía. La labor social en la pintura también se hace presente.

 

      Su trabajo ha trascendido las fronteras por su calidad artística-humana y esto ha generado que haya presentado múltiples exposiciones en varios lugares y, que al contrario de lo que se cree, cada vez va creciendo más su humildad. Algunas de sus donaciones hablan de su caridad pero también de su necesidad de manifestar sus ideas.

       La nobleza signo distintivo de grandes artistas también se hace presente en ella. Por otro lado, es difícil que exista una correcta apreciación estética por parte de la mayoría de nosotros, pero esa dificultad se estrecha gracias a artistas y gestores culturales como Ixtaccíhuatl, quien además de ser una excelente artista también es una maestra de la que se aprende sobre apreciación; desde su trinchera ha sido esto y más, dando muestras de su coherencia, pasión y compromiso por el arte.

 

       Después del siglo XX el arte se transformó con la búsqueda de nuevas formas de expresar no solo los sentimientos si no los aspectos sociales. Los artistas contemporáneos siempre están con esta búsqueda de la innovación; Ixtaccíhuatl ha logrado manifestar estéticamente este sentimiento de renovación evidenciando temas actuales, espacios y situaciones en las que nosotros como espectadores podemos identificarnos. Una artista que sin lugar a dudas nos dará de que hablar en el arte actual por esta forma de plasmar su sentir con expresiones de colores vibrantes que nos llenan de sensaciones, figuras que nos invitan a soñar y contextos que nos invitan a reflexionar.

 

      Afortunadamente nuestra máxima casa de estudios en La Región de Los Valles a través de la promoción cultural y artística genera condiciones para la promoción, fomento y difusión de las manifestaciones culturales y artísticas con el fin de acercarlas a la población de la región y, en este caso, fortalecer la identidad cultural de nuestros habitantes por medio de la exposición de nuestra joven artista. Vivimos en la era de la información, donde prácticamente tenemos al alcance cosas inimaginables, pero también estamos en la época en que los jóvenes son mayoría con voz en minoría; estamos en un mundo de propuestas y el arte es una de las mejores.

     

      La Universidad de Guadalajara como creadora de libre pensadores, facilitadora de tecnologías y vínculo con la sociedad,  poco a poco logra que los jóvenes se interesen en las propuestas culturales que surgen, en especial de los talentos locales.

 

       Gracias al esfuerzo de Ixtaccíhuatl, a su compromiso y el amor a su país, su pintura es el reflejo de lo que no queremos que siga sucediendo, de lo que esperamos que suceda y de algo que nunca hemos perdido: la esperanza.

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